Que el gobierno de Milei está lleno de contradicciones no es una novedad. Pero que sus acciones en materia económica vayan en contra de su principal aliado geopolítico, los EEUU, termina de colmar la capacidad de asombro.
Sabido es que los Estados Unidos tienen en China a su principal comprador de poroto de soja y que la guerra de tarifas planteada por la Administración Trump llevó a que el país asiático dejara de comprarle la materia prima, volcándose hacia Brasil, el mayor productor mundial de la oleaginosa.
El primer ministro Xi Jinping viene jugando la carta de la soja como herramienta de presión en la guerra comercial, conociendo que su ausencia en ese mercado derrumba el precio de la soja para los productores estadounidenses y genera malestar en uno de los bastiones electorales del presidente Trump: la llamada “América Rural”.
Ahora bien, en el otro extremo del continente, la Administración Milei está facilitando la exportación de poroto de soja a China, en un volumen que más que duplica el promedio de los últimos cinco años.
En su afán por hacerse de los dólares del complejo sojero lanzó este año dos programas popularizados como Dólar Soja, con consecuencias negativas, tanto para el interés nacional y como para el de sus aliados geopolíticos.
En lo que respecta a la Argentina la “promoción” de vender la soja con menos retenciones o directamente sin retenciones, en junio y setiembre respectivamente, generó una avalancha de ventas y declaraciones de exportaciones en un volumen tal que la industria aceitera no puede absorber semejante oferta y que terminó empujando la exportación de la materia prima en lugar del producto industrializado.
Para ponerlo en números: de un promedio de 4,8 millones de toneladas exportadas como poroto en los últimos cinco años, ya se han registrado este año 12,3 millones, es decir 2,6 veces más. Se trata en definitiva de 7,5 millones de toneladas menos que la industria local tendrá disponibles para procesar.
Pero siendo China el principal comprador global de soja, con más de 100 millones por año (dos cosechas enteras argentinas), un 85% de lo que la Argentina exporta va a ese mercado.
De manera que en el marco de la guerra de tarifas de EEUU con China, y con el gobierno argentino yendo a suplicar un rescate financiero, la Administración Milei le está facilitando a China el acceso a un 10% aproximadamente de la soja que necesita.
Claramente el interés estadounidense se ve afectado por las políticas vernáculas. Pero su reacción podría ser aún más perjudicial para el interés nacional. Con China retirada como comprador de su soja , la administración Trump no tiene más remedio que, por un lado compensar económicamente a sus farmers, y por el otro incrementar el uso interno de soja mediante el uso del aceite para biodiesel. De esa forma EEUU mata dos pájaros de un solo tiro: reduce su dependencia de China como comprador de poroto y acrecienta su participación en el mercado de la harina de soja, mucho más diversificado, aunque de menor volumen.
Para la Argentina eso tiene consecuencias muy negativas. Con una producción de soja estancada desde hace diez años, y una política que favorece la exportación del poroto en lugar del producto industrializado, podemos ser desplazados del mercado global, especialmente del asiático, por los EEUU y Brasil, ya que nuestros socios del Mercosur enfrentan el mismo riesgo de la dependencia de las compras chinas.
Una de las primeras acciones que debieran tomarse en pos del interés nacional es incrementar el uso de aceite de soja para la elaboración de biodiesel, elevando el corte con combustibles fósiles al menos al 15% contra el 7,5% actual. Lo segundo, y tan urgente como esto, es recuperar una producción estancada por medio de la mejora de los rendimientos del cultivo, una carrera en la que Brasil nos ha sacado varios cuerpos de ventaja en los últimos años y donde va por más.
