Este 30 de junio concluyó el hot sale de soja que el ministro Caputo instruyó mediante el Decreto 38 de fines de enero. Desde un principio la idea fue una sola: incentivar al productor rural a vender tanta soja como le fuera posible para acelerar el ingreso de dólares y de esa manera mantener a raya la inflación. Aunque comunicacionalmente se disfrazó la medida de “ayuda al campo” para sostener su rentabilidad, la realidad es que la medida se tomó en un momento de caída de reservas y de incertidumbre respecto de un nuevo acuerdo con el FMI, para sostener una política cambiaria de cara a un año electoral.
Una medida que en términos fiscales significó la resignación de no menos de US$900 millones por la baja de los derechos de exportación y que debe ser íntegramente cargada al debe, ya que más tarde o más temprano las cosechas se terminan vendiendo.
El principal impacto se dio en la soja, un complejo que anualmente genera divisas por alrededor de US$20.000 millones y que por esa magnitud lo coloca en el puesto número uno del país. Ahora bien, la reducción de 7 puntos porcentuales al poroto (pasó de 33 a 26%) y de 6,5 puntos para los subproductos (pasaron de 31 a 24,5%) aceleró las ventas por parte de los productores y la registración de ventas al exterior por parte de los exportadores, a sabiendas de que el 1 de julio ese beneficio se perdía.
Así fue como solo en el mes de junio se registraron exportaciones por 4,4 millones de toneladas de soja, 1,8 de aceite de soja y 7,4 de harina de soja.
El caso es que en esta campaña 2024/25 y apenas transcurridos los tres primeros meses (abril, mayo y junio) se registraron exportaciones de poroto de soja por 8,0 millones de toneladas, que resulta el volumen más alto desde las 10,1 millones de la campaña 2018/19. En relación con la cosecha (estimada en torno a las 50 MMT) lo registrado de embarques de poroto ya suma el 16%, el segundo porcentaje más alto desde el 18,3% de esa campaña, cuando recién, y vale la pena recalcarlo, transcurrieron tres meses de la nueva campaña.

Fuente: elaboración propia sobre datos SAGyP
La Argentina es el primer exportador mundial de harina y aceite de soja, gracias a las fuertes inversiones que se realizaron en el área de influencia de Rosario para procesar la oleaginosa, con el objetivo de exportar con valor agregado industrial y lograr una ventaja competitiva respecto de Brasil (primer productor mundial) y EEUU (segundo productor) que tienen su fortaleza en la exportación de poroto, aunque ahora se están reorientando al negocio de los subproductos.
El caso es que, claramente, este tipo de Hot Sale o Dólar Soja induce a que el productor venda la soja por encima de la capacidad de absorción de la industria transformadora, con lo cual el resultado es una mayor exportación de materia prima. En concreto, el 50% de las 7,5 millones de toneladas de poroto que se registraron para exportar fue hecho por compañías que no tienen inversiones, llámese activos físicos, en el país.
Para el interés nacional, la gran contradicción es que al mismo tiempo que se induce la exportación del poroto de soja, la industria importa la materia prima de Paraguay, Brasil y Uruguay para cubrir la capacidad ociosa que posee. De acuerdo al Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA) esta campaña la Argentina importaría 7,2 millones de toneladas de soja, prácticamente lo mismo que se lleva anotado para exportar.
Lo virtuoso sería reducir al mínimo la exportación de la materia prima y lograr, gracias a darle valor agregado a la soja importada, que las plantas de crushing trabajen al 70/80% de su capacidad.En definitiva, al tope de las preocupaciones de los argentinos se ubica la preservación y generación de empleo y en este sentido exportar el poroto va en contra de ese interés. Las decisiones en materia de política económica deberían priorizar el interés nacional y el bienestar del trabajador y su familia.