El 5 de noviembre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en los Estados Unidos entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump. Ahora bien, ¿conlleva algún impacto para la Argentina y en particular para su agroindustria que el ganador sea uno u otro o, al contrario, nos da exactamente lo mismo? Veamos.
Lo que se conoce como la América Rural, es decir el interior agropecuario estadounidense, es claramente conservador y por ende más proclive a apoyar al Partido Republicano, contra los demócratas que tienen mejor asiento en las grandes urbes y los perfiles progresistas de la sociedad.
De manera que a primera vista Trump debería resultar más “pro-agro” que Harris, cosa que se podría materializar en la nueva Farm Bill. En el plano doméstico, las diferencias pueden ser más evidentes. Harris está enfocada en el precio de los alimentos y la inflación, mientras que Trump lo está en los costos de la producción agrícola. La demócrata se enfoca en la Agenda Verde, la reducción de emisiones de gases efecto invernadero y de una economía carbono neutra, mientras que el republicano rechaza estas cuestiones y gustosamente recortaría los fondos asignados por la gestión Biden/Harris a estos fines.
Pero respecto del sector agro argentino puede haber algún impacto según quién resulte ganador. La agenda carbono neutro de Harris podría impulsar aún con más fuerza la sustitución de combustible fósil por renovables impulsando a la industria aceitera estadounidense a aumentar la molienda de soja, lo cual genera excedentes de harina de soja, un producto en el que la Argentina es el primer exportador mundial.
De hecho, el programa llevado adelante por la Administración Biden sobre biocombustibles en articulación con algunos Estados como California están impulsando el crecimiento de la molienda en 23%, desde 60 a 73 millones de toneladas/año, lo cual está generando crecientes saldos exportables de harina de soja que vuelca -subsidiada indirectamente por medio de los créditos fiscales al aceite- a los mercados donde la Argentina opera, particular y peligrosamente en el sudeste asiático, donde además llega con menor costo de flete.
Por el lado de Trump todavía se recuerda en nuestro país que fue su administración quien cerró las exportaciones de biodiesel a ese país, mercado que no se ha podido abrir. Una administración republicana acentuaría el proteccionismo comercial y difícilmente facilite alguna negociación con la Argentina.
Por caso, nuestro país tiene una pequeña cuota para el ingreso de carne vacuna (20.000 toneladas) que se viene cumpliendo a la perfección y que daría lugar a negociar una ampliación. Pero más allá del lobby rural en el Congreso de los EE. UU., siempre opuesto a facilitar el libre comercio alimentario, el alineamiento del presidente Milei con Trump aleja cualquier chance que un gobierno demócrata busque facilitar un mayor intercambio. Incluso en una administración republicana, su sesgo proteccionista podría quedar por encima de la buena relación personal entre los líderes de ambos países.
Se habla de un posible segundo round en la guerra comercial con China si Trump resulta electo. ¿Podría esto aparejar algún beneficio para la Argentina si efectivamente se concretara? Por lo pronto, su administración (2017/2020) coincidió con precios relativamente bajos para los commodities, aunque parte de las compras chinas se reorientaran hacia América del Sur (particularmente en soja desde Brasil).
En síntesis: a priori el potencial daño de la política estadounidense provendría de medidas que favorezcan el uso de aceites vegetales para la producción de biodiesel, generando crecientes stocks de harina de soja que se volcarían a los mismos mercados que la Argentina abastece actualmente.